lunes, 25 de noviembre de 2013

PADRES DENINCIAN AL CEIP DE SEIXALBO POR ACOSO

En el CEIP de Seixalbo, a las afueras de Ourense, los niños de entre tres y seis años usuarios del comedor llegaban a casa el año pasado con “pegatinas verdes o rojas en la frente”, según se hubieran portado como comensales. Los que daban cuenta del menú sin rechistar (con pegatina verde) recibían al final de semana una chocolatina como premio. Los otros “salían llorando”. Un grupo de padres del colegio público denuncia el “sinfín de irregularides, muchas de ellas humillaciones” que se han llevado a cabo “sistemáticamente durante los tres últimos años” en este centro y que el director, Juan Antonio Saburido, matiza y atribuye a un “intento de unos pocos” por desprestigiarlo a él y a la directiva de la Asociación de Nais e Pais (ANPA) que ejerce, según los padres críticos con su gestión,” sin mediar proceso electora”". Saburido reconoce el reparto de pegatinas entre los pequeños comensales pero asegura que solo las había de color verde y que se colocaban “en los mandilones y no en la frente”. Precisa que era un modelo de gestión del comedor "muy eficaz" puesto en marcha por las madres que colaboran en este servicio escolar.
Al margen de la ubicación y el color de la pegatina, el director del CEIP reconoce que ha nombrado, “legalmente”, porque se lo autorizó “la delegación de Educación por escrito”, encargada del comedor del que él es responsable a la cocinera del colegio, un hecho denunciado igualmente por los padres. “Si pongo a los padres en este puesto se negarían a hacer algunas tareas que acabaría teniendo que asumir yo”, dse justifica Saburido. La cocinera no da abasto. No solo se encarga de la compra y elaboración de los menús sino que, además, debe vigilar que los niños se los coman y, después, recoger la cocina. Como tiene que cumplir un horario de siete horas y media, el colegio no utiliza habitualmente platos de postre, otra decisión contra la que claman los padres que muestran fotografías de cómo se presentan la fruta o los yogures para cada grupo de seis niños en una panera de la que se sirven. “Si usáramos los platos de postre, el lavavajillas tendría que estar funcionando sin parar porque hay 200 usuarios, con lo que habría que lavar 600 platos diarios y se prolongaría la jornada de la cocinera-encargada”, explica el director.

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